miércoles, 5 de enero de 2011

El músico y su infancia


Cuenta mi madre ,que era la hora de la siesta plena en aquel día a mediados de marzo. Cuando " la chicharra suelta su chillido en la arboleda pródiga, y la torcaza llama con su arrullo de solapa". En el funesto año que se nos fuera la amada señora Evita, cuando nací, allí cerca del hermano río abanicado por los sauces, y alimentado por esa fragante energía; correteando en el viejo parque, tan encima de la villa ribereña y entre obreros y pescadores,ranchos de paja y barro que arrasaran las crecientes del Gualeguay.                                  
Feliz,, con pequeños y rústicos juguetes de maderos que pretendían una forma de guitarra, soltaba libremente mis emociones, mi amor por la dorada vida que me acariciaba. Entre correr trás " la pelota de viejos trapos"y lastiman
dome los dedos con cuerdas de alambre, entre esperar las festividades de diciembre para dar mi serenata en las esquinas y al atardecer, a las señoras del barrio, para merecer un aplauso y llevarme con el elogio, la esperada 
"propina", me sorprendía el llamado a la escuela primera, donde actuaba de payaso, arlequín, trovador y travieso.
Si; aquel delirante, que cegado por la pasión, superaba la oculta timidez del niño. Y así era: todo audacia y desenfado por alcanzar la escena y expresar mi asomo al arte. Tan artista me sentía que aseguraba a mi madre llegar un día a los fantásticos escenarios, y era tal mi convencimiento, que a mis compañeros de escuela les mentía, adjudicandome un grado de parentesco con los " ídolos populares" de la época.(para el análisis psicológico)
Después de esta etapa de delirio ,con guitarras prestadas me llegó la adolescencia y el aprendizaje.

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